viernes, 17 de abril de 2009

Eco enmarcado

¿Qué define a un “todólogo” si no es la capacidad para hablar de cualquier cosa, sin por eso rozar la banalidad? ¿Qué es Umberto Eco si no un hombre que recorre los rincones del pensamiento desde el humor y la ironía? Todos: escritor, semiótico, periodista, ensayista y maestro, se reúnen bajo su propio nombre.

Quizás baste con leer la primera novela del italiano nacido en 1932, El nombre de la rosa, para advertir la capacidad que tiene de reproducir el contexto histórico del siglo XIV. La curiosidad del hombre del Medioevo se convierte en un reflejo perfecto de ese observador voraz de la realidad que es el autor. Así, tras los elementos ficticios, se asoma el Eco periodista, escribiendo una crónica medieval.

De la misma forma, la relación que se establece en la novela entre el maestro, Guillermo de Baskerville, y el discípulo remite a las características que el Eco profesor considera esenciales para dar una clase en tiempos donde el estudiantado excede el límite de capacidad en las aulas: la identificación de un modelo de comportamiento en el maestro para establecer una “relación de amor recíproco”.

El relato queda, entonces, atravesado por la biografía. Y el título se convierte para muchos críticos en un notable homenaje al poema de Jorge Luis Borges: Si (como afirma el griego en el Crátilo) / el nombre es arquetipo de la cosa / en las letras de 'rosa' está la rosa / y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'. Podría también tratarse de una mera casualidad que el personaje Jorge de Burgos sea ciego y custodie una biblioteca que, por demás, se asemeja a un laberinto, reminiscencia de aquella del cuento La biblioteca de Babel. ¿Pero acaso el propio Guillermo de Baskerville no da señales de estas coincidencias cuando afirma que “un libro está hecho de signos que hablan de otros signos”?

Y así se deja entrever el Eco semiótico de los versos latinos que cierran la novela. Acaso todo se reduzca “a un esfuerzo obstinado por comprender el mecanismo mediante el cual dotamos de significado al mundo que nos rodea”. Como la rosa, que se inmortaliza en el nombre, los personajes hacen del autor un eco que resuena en todas las páginas porque, ¿qué mejor testimonio para un escritor que su propia obra?

Nota realizada en 2006.

No hay comentarios:

Publicar un comentario